"Uno solo es Nuestro Maestro"

"Uno solo es Nuestro Maestro"

sábado, 24 de abril de 2010

La educación

Educar en los valores esenciales de la vida humana

Aun en medio de las dificultades, hoy a menudo agravadas, de la acción educativa, los padres deben formar a los hijos con confianza y valentía en los valores esenciales de la vida humana. Los hijos deben crecer en una justa libertad ante los bienes materiales, adoptando un estilo de vida sencillo y austero, convencidos de que «el hombre vale más por lo que es que por lo que tiene».

En una sociedad sacudida y disgregada por tensiones y conflictos a causa del choque entre los diversos individualismos y egoísmos, los hijos deben enriquecerse no sólo con el sentido de la verdadera justicia, que lleva al respeto de la dignidad personal de cada uno, sino también y más aún del sentido del verdadero amor, como solicitud sincera y servicio desinteresado hacia los demás, especialmente a los más pobres y necesitados. La familia es la primera y fundamental escuela de socialidad; como comunidad de amor, encuentra en el don de sí misma la ley que la rige y hace crecer. El don de sí, que inspira el amor mutuo de los esposos, se pone como modelo y norma del don de sí que debe haber en las relaciones entre hermanos y hermanas, y entre las diversas generaciones que conviven en la familia. La comunión y la participación vivida cotidianamente en la casa, en los momentos de alegría y de dificultad, representa la pedagogía más concreta y eficaz para la inserción activa, responsable y fecunda de los hijos en el horizonte más amplio de la sociedad.

La educación para el amor como don de sí mismo constituye también la premisa indispensable para los padres, llamados a ofrecer a los hijos una educación sexual clara y delicada. Ante una cultura que «banaliza» en gran parte la sexualidad humana, porque la interpreta y la vive de manera reductiva y empobrecida, relacionándola únicamente con el cuerpo y el placer egoísta, el servicio educativo de los padres debe basarse sobre una cultura sexual que sea verdadera y plenamente personal. En efecto, la sexualidad es una riqueza de toda la persona —cuerpo, sentimiento y espíritu— y manifiesta su significado íntimo al llevar la persona hacia el don de sí misma en el amor.

La educación sexual, derecho y deber fundamental de los padres, debe realizarse siempre bajo su dirección solícita, tanto en casa como en los centros educativos elegidos y controlados por ellos. En este sentido la Iglesia reafirma la ley de la subsidiaridad, que la escuela tiene que observar cuando coopera en la educación sexual, situándose en el espíritu mismo que anima a los padres.

En este contexto es del todo irrenunciable la educación para la castidad, como virtud que desarrolla la auténtica madurez de la persona y la hace capaz de respetar y promover el «significado esponsal» del cuerpo. Más aún, los padres cristianos reserven una atención y cuidado especial —discerniendo los signos de la llamada de Dios— a la educación para la virginidad, como forma suprema del don de uno mismo que constituye el sentido mismo de la sexualidad humana.

Por los vínculos estrechos que hay entre la dimensión sexual de la persona y sus valores éticos, esta educación debe llevar a los hijos a conocer y estimar las normas morales como garantía necesaria y preciosa para un crecimiento personal y responsable en la sexualidad humana.

Por esto la Iglesia se opone firmemente a un sistema de información sexual separado de los principios morales y tan frecuentemente difundido, el cual no sería más que una introducción a la experiencia del placer y un estímulo que lleva a perder la serenidad, abriendo el camino al vicio desde los años de la inocencia.


FC 37

sábado, 17 de abril de 2010

MISIÓN DE LA FAMILIA CRISTIANA-SERVICIO A LA VIDA

La educación

El derecho-deber educativo de los padres

"La tarea educativa tiene sus raíces en la vocación primordial de los esposos a participar en la obra creadora de Dios; ellos, engendrando en el amor y por amor una nueva persona, que tiene en sí la vocación al crecimiento y al desarrollo, asumen por eso mismo la obligación de ayudarla eficazmente a vivir una vida plenamente humana. Como ha recordado el Concilio Vaticano II: «Puesto que los padres han dado la vida a los hijos, tienen la gravísima obligación de educar a la prole, y por tanto hay que reconocerlos como los primeros y principales educadores de sus hijos. Este deber de la educación familiar es de tanta transcendencia que, cuando falta, difícilmente puede suplirse. Es, pues, deber de los padres crear un ambiente de familia animado por el amor, por la piedad hacia Dios y hacia los hombres, que favorezca la educación íntegra personal y social de los hijos. La familia es, por tanto, la primera escuela de las virtudes sociales, que todas las sociedades necesitan».(99)

El derecho-deber educativo de los padres se califica como esencial, relacionado como está con la transmisión de la vida humana; como original y primario, respecto al deber educativo de los demás, por la unicidad de la relación de amor que subsiste entre padres e hijos; como insustituible e inalienable y que, por consiguiente, no puede ser totalmente delegado o usurpado por otros.

Por encima de estas características, no puede olvidarse que el elemento más radical, que determina el deber educativo de los padres, es el amor paterno y materno que encuentra en la acción educativa su realización, al hacer pleno y perfecto el servicio a la vida. El amor de los padres se transforma de fuente en alma, y por consiguiente, en norma, que inspira y guía toda la acción educativa concreta, enriqueciéndola con los valores de dulzura, constancia, bondad, servicio, desinterés, espíritu de sacrificio, que son el fruto más precioso del amor".

FC 36

MISIÓN DE LA FAMILIA CRISTIANA- FORMACIÓN DE UNA COMUNIDAD DE PERSONAS

Derechos del niño

"En la familia, comunidad de personas, debe reservarse una atención especialísima al niño, desarrollando una profunda estima por su dignidad personal, así como un gran respeto y un generoso servicio a sus derechos. Esto vale respecto a todo niño, pero adquiere una urgencia singular cuando el niño es pequeño y necesita de todo, está enfermo, delicado o es minusválido.

Procurando y teniendo un cuidado tierno y profundo para cada niño que viene a este mundo, la Iglesia cumple una misión fundamental. En efecto, está llamada a revelar y a proponer en la historia el ejemplo y el mandato de Cristo, que ha querido poner al niño en el centro del Reino de Dios: «Dejad que los niños vengan a mí, ... que de ellos es el reino de los cielos».

Repito nuevamente lo que dije en la Asamblea General de las Naciones Unidas, el 2 de octubre de 1979: «Deseo ... expresar el gozo que para cada uno de nosotros constituyen los niños, primavera de la vida, anticipo de la historia futura de cada una de las patrias terrestres actuales. Ningún país del mundo, ningún sistema político puede pensar en el propio futuro, si no es a través de la imagen de estas nuevas generaciones que tomarán de sus padres el múltiple patrimonio de los valores, de los deberes y de las aspiraciones de la nación a la que pertenecen, junto con el de toda la familia humana. La solicitud por el niño, incluso antes de su nacimiento, desde el primer momento de su concepción y, a continuación, en los años de la infancia y de la juventud es la verificación primaria y fundamental de la relación del hombre con el hombre. Y por eso, ¿qué más se podría desear a cada nación y a toda la humanidad, a todos los niños del mundo, sino un futuro mejor en el que el respeto de los Derechos del Hombre llegue a ser una realidad plena en las dimensiones del 2000 que se acerca?».

La acogida, el amor, la estima, el servicio múltiple y unitario —material, afectivo, educativo, espiritual— a cada niño que viene a este mundo, deberá constituir siempre una nota distintiva e irrenunciable de los cristianos, especialmente de las familias cristianas; así los niños, a la vez que crecen «en sabiduría, en estatura y en gracia ante Dios y ante los hombres», serán una preciosa ayuda para la edificación de la comunidad familiar y para la misma santificación de los padres".

FC 26

EL DESIGNIO DE DIOS SOBRE EL MATRIMONIO Y LA FAMILIA

El hombre imagen de Dios Amor

"Dios ha creado al hombre a su imagen y semejanza: llamándolo a la existencia por amor, lo ha llamado al mismo tiempo al amor.

Dios es amor y vive en sí mismo un misterio de comunión personal de amor. Creándola a su imagen y conservándola continuamente en el ser, Dios inscribe en la humanidad del hombre y de la mujer la vocación y consiguientemente la capacidad y la responsabilidad del amor y de la comunión. El amor es por tanto la vocación fundamental e innata de todo ser humano.

En cuanto espíritu encarnado, es decir, alma que se expresa en el cuerpo informado por un espíritu inmortal, el hombre está llamado al amor en esta su totalidad unificada. El amor abarca también el cuerpo humano y el cuerpo se hace partícipe del amor espiritual.

La Revelación cristiana conoce dos modos específicos de realizar integralmente la vocación de la persona humana al amor: el Matrimonio y la Virginidad. Tanto el uno como la otra, en su forma propia, son una concretización de la verdad más profunda del hombre, de su «ser imagen de Dios».

En consecuencia, la sexualidad, mediante la cual el hombre y la mujer se dan uno a otro con los actos propios y exclusivos de los esposos, no es algo puramente biológico, sino que afecta al núcleo íntimo de la persona humana en cuanto tal. Ella se realiza de modo verdaderamente humano, solamente cuando es parte integral del amor con el que el hombre y la mujer se comprometen totalmente entre sí hasta la muerte. La donación física total sería un engaño si no fuese signo y fruto de una donación en la que está presente toda la persona, incluso en su dimensión temporal; si la persona se reservase algo o la posibilidad de decidir de otra manera en orden al futuro, ya no se donaría totalmente.

Esta totalidad, exigida por el amor conyugal, corresponde también con las exigencias de una fecundidad responsable, la cual, orientada a engendrar una persona humana, supera por su naturaleza el orden puramente biológico y toca una serie de valores personales, para cuyo crecimiento armonioso es necesaria la contribución perdurable y concorde de los padres.

El único «lugar» que hace posible esta donación total es el matrimonio, es decir, el pacto de amor conyugal o elección consciente y libre, con la que el hombre y la mujer aceptan la comunidad íntima de vida y amor, querida por Dios mismo, que sólo bajo esta luz manifiesta su verdadero significado. La institución matrimonial no es una ingerencia indebida de la sociedad o de la autoridad ni la imposición intrínseca de una forma, sino exigencia interior del pacto de amor conyugal que se confirma públicamente como único y exclusivo, para que sea vivida así la plena fidelidad al designio de Dios Creador. Esta fidelidad, lejos de rebajar la libertad de la persona, la defiende contra el subjetivismo y relativismo, y la hace partícipe de la Sabiduría creadora".

FC 11

La catequesis: derecho y deber de la Iglesia

La catequesis:
derecho y deber de la Iglesia

"Es evidente, ante todo, que la catequesis ha sido siempre para la Iglesia un deber sagrado y un derecho imprescriptible. Por una parte, es sin duda un deber que tiene su origen en el mandato del Señor e incumbe sobre todo a los que en la Nueva Alianza reciben la llamada al ministerio de Pastores. Por otra parte, puede hablarse igualmente de derecho: desde el punto de vista teológico, todo bautizado por el hecho mismo de su bautismo, tiene el derecho de recibir dela Iglesia una enseñanza y una formación que le permitan iniciar una vida verdaderamente cristiana; en la perspectiva de los derechos del hombre, toda persona humana tiene derecho a buscar la verdad religiosa y de adherirse plenamente a ella".

Celebración por el Bicentenario

El próximo 8 de mayo a las 15, el Departamento de Laicos de la Conferencia Episcopal Argentina, invita a todos los argentinos a realizar un gesto nacional para celebrar el Bicentenario. El mismo consiste en encender una vela y en rezar una oración por la Patria. Habrá un Acto Central frente a la Basílica de Luján como así también en distintos puntos de la Argentina Bajo el lema “Con María, construyamos una Patria para todos”, el Departamento de Laicos de la Conferencia Episcopal Argentina (DEPLAI), convoca a la misma hora a todo el país a encender una vela, que simbolizará el pedido de una luz nueva de Esperanza para la Argentina, y a rezar una oración por la Patria, por lo que se sugiere que se haga en todas las plazas, en todos los hogares y en todas las calles del país. Ese día, la celebración tendrá su punto central en la plaza frente a la Basílica de Luján, con una misa presidida por el cardenal Jorge Bergoglio y luego se realizará una celebración ciudadana con la presencia de otros credos. Allí se espera el arribo de numerosas delegaciones de parroquias, colegios, movimientos y asociaciones de la Ciudad de Buenos Aires y de toda la provincia de Buenos Aires. Se pide a todas las familias que se sumen al gesto de la oración por la Patria a las 15, como así también se las invita a participar del acto central en Luján. Cabe destacar que la Asociación de Peregrinos a pie a Luján adelanta un día su peregrinación de todos los años, por lo que el viernes 7 de mayo iniciará la caminata a partir de las 17 desde la Basílica San José de Flores para llegar a Luján el sábado 8 de mayo a las 15, y participar del acto central. El evento se hará en forma simultánea en distintos centros de devoción mariana como Ntra. Sra. de Itatí en Corrientes y Ntra. Sra. del Valle de Catamarca. Además en Salta, Jujuy, La Rioja, San Juan, y en las ciudades de Rosario y Bariloche, entre otras.

El Quehacer Educativo- El hombre, proyecto de vida

El Hombre, Proyecto de Vida
El hombre no sólo es único ser de la tierra capaz de proyectos, sino que él mismo es proyecto, no sólo por su innata progamación genética, sino también por la riqueza de su espíritu encarnado que tiende a desplegar sus vitualidades. Estas podran desarrollarse de varias formas accidentales, pero en lo esencial y profundo han de responder a las auténticas exigencias del espíritu creado para el Bien, la Verdad y la Belleza, manifestadas en Cristo Jesús de manera perfecta. En admirable síntesis San Agustín expresó la fuerza de ese dinamismo al decir:"Nos hiciste para ti, Señor, e inquieto estará nuestro corazón mientras no logre descansar en ti". El hombre se persibe a sí mismo como un ser llamado a elegir un proyecto de vida en conformidad con su propio ser, por lo tanto artífice de su propio fin. Concebimos la educación como la tarea personal y comunitaria de llevar a cabo ese proyecto de vida. La imagen del hombre a partir de la cual la educación cristiana despliega su quehacer, es una una imagen más dilatada y profunda. Y si la Iglesia quiere ser fiel a su misión de servir al hombre, debe esclarecerle con toda valentía la sublime dignidad de la vida para la cual fue creado y al mismo tiempo ayudarlo con generosidad de medios para que pueda crecer en esa dimensión.
La imagen del hombre cristiano es una imagen maravillosa, misteriosa, con insondables consecuencias para la existencia. Es la imagen de un hombre inmerso en la corriente vital de lo divino con toda una historia en la cual aparece elevado más allá de su naturaleza: hijo de Dios Padre; caído, redimido y justificado, sellado por el Espíritu Santo que en él habita como en un templo; partícipe del Cuerpo Místico de Cristo y como tal, ungido sacerdote, profeta y rey.
cfr. Educación y Proyecto de vida, 2

martes, 13 de abril de 2010

El Quehacer Educativo- La Verdad sobre El Hombre, Imagen Directriz De La Educación


Imagen del hombre y educación

La tarea de educar, como empeño de ayudar al hombre a lograr su plenitud, debe partir de una adecuada concepción del hombre como persona en comunidad de personas.

Para los que hemos recibido la gracia de participar de la Vida Divina y de las Relaciones Trinitarias por el Bautismo, creemos que la comunidad perfecta en el amor es la Santísima Trinidad.

La tarea nuclear de la educación consiste en perfilar, proponer y motivar esa concepción del hombre de modo que tales convicciones básicas resulten para los educandos la imagen conductora de su accionar en todo momento de la vida.
cfr. Educación y Proyecto de Vida 1

La misión del anuncio



“La misión del anuncio de la Buena Nueva de Jesucristo tiene una destinación universal. Su mandato de caridad abraza todas las dimensiones de la existencia, todas las personas, todos los ambientes y todos los pueblos. Nada de lo humano le puede resultar extraño. La Iglesia sabe, por revelación de Dios y por la experiencia de la fe, que Jesucristo es la respuesta total, sobreabundante y satisfactoria a las preguntas humanas sobre la verdad, el sentido de la vida y de la realidad, la felicidad, la justicia y la belleza. Son las inquietudes que están arraigadas en el corazón de toda persona y que laten en lo más humano de la cultura de los pueblos. Por eso, todo signo auténtico de verdad, bien y belleza en la aventura humana viene de Dios y clama por Dios”.

viernes, 9 de abril de 2010

Enseñando con toda su vida


La vida entera de Cristo fue una continua enseñanza: su silencio, sus milagros, sus gestos, su amor al hombre, su predilección por los pequeños y los pobres, la aceptación del sacrificio total en la cruz por la salvación del mundo, su resurrección son la actuación de su palabra y el cumplimiento de la revelación.
CT 9

El único maestro


" Jesús mismo se llama maestroen ocasiones particulares y significativas: vosotros me llamais Maestro y Señor, y decís bien, porque de verdad lo soy; y proclama la singularidad, el carácter único de su condición de Maestro: uno sólo es vuestro Maestro"
CT 8